En mi triste soledad
Esta es la historia de un banco en el que no se sentaba nadie, un aprendiz de arbol trataba de sombrearlo pero no lo conseguía, era su único amigo, y en su tristeza el banco se sentía inútil, aislado. Con cierta morriña recordaba su vieja etapa como arbol en un frondoso bosque, cuando un niño se sentaba a su sombra y le leía cuentos, cuentos que hablaban de una lejana y misteriosa ciudad donde...
...Un ejército de árboles de metal con una sola rama que apenas daba sombra se afanaban en levantar colmenas para gente como ese niño. El banco nunca entendió aquello, pensaba que un ser humano anhelaba libertad y espacio, y no un pequeño cubo compartido con decenas de semejantes por arriba, por debajo y por los lados...
...Cuando quiso darse cuenta su existencia como arbol desapareció, el niño lloraba en la lejanía observando como unos insensatos cortaban de cuajo a su amigo, y con ello su unión con la madre naturaleza , el bosque perecía, y su madera viajaba sin saberlo al lugar que tantas veces había soñado. Nuestro amigo el banco solitario era unido al metal surgido de las entrañas de la tierra, aquel mineral que le proporcionaba alimento a su madera en el frondos bosque, "qué extraña forma de fusionarnos nuevamente" decía el viejo arbol ya moribundo...
...Finalmente en su último viaje fue a parar al campo, donde los árboles de una sola rama sin sombra y extraños seres humanos le colocaron en medio de la nada. Nuestro viejo arbol se sentía de nuevo ilusionado: "¡pronto vendrá el amigo que me leía cuentos!". Pero pasaron los meses, crecían las colmenas que el cuento de la lejana ciudad había narrado, empezaron a rodearle de calles y carreteras, el campo iba pereciendo bajo apisonadoras... Y su amigo no aparecía...
...De repente un día llegaron los extraños seres humanos y en pocos minutos plantaron una figura que de algún modo le recordaba a su vieja existencia como arbol, pero este arbol no decía nada, y apenas su sombra alcanzaba las patas de metal de nuestro solitario banco, pese a todo el banco le consideró el mejor amigo...
...El arbol contemplaba todas las mañanas el horizonte por si aparecía su viejo amigo, el que le leía cuentos, no comprendía como podía existir un campo sin arboles...
...Poco a poco aparecían más y más árboles de una sola rama, no paraban de moverse y las colmenas crecían, algunas de repente eran ocupadas unas horas por seres humanos que colgaban extraños carteles de colores nunca vistos en la naturaleza, fosforescentes, como las luciérnagas...
...Pasó el tiempo y aparecieron árboles sin ramas que por la noche daban luz, e incluso un objeto de metal negro con dos patas a su izquierda, pusieron más amigos árboles que no murmuraban al viento y un enorme cartel que nuestro querido banco solitario no sabía traducir, sin embargo su amigo del bosque seguía sin aparecer, su triste existencia no tenía sentido...
...Una mañana un terrible grito le sobresaltó, ¡eran árboles que nunca antes había oido!, con un esfuerzo enorme nuestro banco solitario consiguió divisar en la lejanía algo de bosque, pero lo horrible se avecinaba, docenas de árboles de una sola rama sin sombra aparecían en lugar de unos árboles que antes vivían tranquilos alejados de la lejana ciudad, habían sido arrancados de cuajo como en su momento pasó con el banco solitario, era tal la tristeza insufrible de nuestro pequeño banco de madera, aislado, inútil, que no aguantó más la eterna espera de su amigo, el que le leía cuentos, y decidió dejar de existir para siempre, poco a poco su madera se secó, hasta que un día unos humanos lo pintarrajearon y acto seguido lo quemaron...
...En la lejanía el niño recordaba a su arbol, su dulce sombra y como aquellos asesinos se lo arrebataron. Repentinamente un gran soplo de aire fresco y un ligero murmuro de los pocos árboles que quedaban en el antaño frondoso bosque le permitió escuchar a su viejo arbol, revivir aquellas horas a su vera, aquellas tertulias con la amada naturaleza. El alma de nuestro querido banco solitario volvió a habitar el bosque que le viera nacer...